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Duro

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Hoy me voy a saltar los preliminares. Iré al grano, sin importar como hemos llegado hasta ahí. ¡Qué más da si él es un viejo conocido o uno más en el body count! Para la gente que no está muy actualizada con términos en idioma extranjero, pues lo siento, pero algunos conceptos quedan reflejados de mejor manera en según que idioma. Sea el inglés, el alemán, el francés, el sueco. Es probable que mientras reviva mentalmente el episodio almacenado en los recuerdos acabe masturbándome. O deje el texto a medias para masturbarme y volver a las teclas después. O no, pues también cabe la posibilidad de plasmarlo todo tecla a tecla del tirón y masturbarme después.

Soy de la clase de persona mujer que puede entretenerse con una polla dura. No me refiero a una polla dura como concepto generalizado, como una idea abstracta de la erección a modo de entretenimiento para el cuerpo y para el alma. Hablo de una erección qué, consensuadamente y consentidamente, se halla delante mía desnuda. Me gustan los portadores de pollas duras desenfadados, que se dejan hacer y no se ofenden por ser, dentro de un contexto bien definido, sujetos portadores de eso. Que no es que sea yo la bruja mala que los despersonalice de sus rasgos humanos, tan solo pretendo aludir al hecho de que se puede compartir el sexo y la desnudez creando ficciones temporales dónde lo que somos, al completo, no sea lo más relevante.

Tenemos que normalizar, hasta el punto de banalizar, que a las mujeres (heterosexuales o bisexuales o pansexuales) nos gusta ver pollas duras por simple placer estético, con fines lúdicos. Hemos de perder la sonrisa vergonzosa ante manifestaciones de virilidad genital masculina, y aceptemos sin complejos qué, en ocasiones, sean una, dos, tres o mil, nos pueda resultar más atractivo el órgano que el cuerpo al que va pegado. Habrá quién encuentre el concepto de atracción fálica poco serio, casi risible. ¡Quién soy yo para cuestionar el mal gusto ajeno!

Lo de los penes en estado erecto es binario: te gusta o no te gusta. Ni mucho, ni poco, ni un poquito ni un muchito. Sí o no. Y mientras te hallas deleitando tus ojitos observando el falo en vertical, es importante que sepas que está bien, que no pasa nada, que no estás loca ni estás equivocada si en la saliva notas el exquisito sabor de la dicha parte anatómica. Que es muy natural y muy sano para cuerpo y mente imaginar intensamente deseos de ser empotrada con ferocidad, sentir la fuerza del cuerpo ajeno presionando el tuyo, suponer la lúminica brillantez de esa polla dura empapada en tu líquido, aspirar a la exuberancia orgásmica de un falo duro al que se le da buen uso.

Dentro de lo normal cabe también el deseo de aprovecharse de la polla dura, aprovecharse en el sentido de exprimirla, tanto el físico como en lo metafísico. Está bien emocionarse, sentir el latido taquicárdico golpeando en el esternón alargando la mano, abrazando con los dedos el miembro viril del amante. Lo normal, después de las cervezas o los mojitos y chupitos, es sentir que la polla dura es tu patria. Un vibrante sentir patriótico, dónde el mástil es tu bandera, yamentiendes.

Formalicemos eso de ofrendar a las pollas duras cualidades antropomorfas, como un pseudoser entrañable, que nos hace sonreír sin esfuerzo, como un héroe que no es más que un personaje humilde incómodo ante la grandeza que alcanza su figura. No acabarás dándote un obligado y eterno baño en azufre y lava hasta el fin de los tiempos por desear el falo en distintos rincones de tu piel. Desde el punto de la observadora, yo, la sencillez arquitectónica del órgano en cuestión le confiere una sencillez apoteósica. Lo simple es bello, elegante y lo mejor.

En el imaginario colectivo heteronormativo/heteropatriarcal, hemos construido sociedades y civilizaciones enteras alrededor de la figura de la polla dura como lo mejor, desde el semen que crea vida hasta la espada que nos defiende del hombre malo. Pero cuando tienes un pene duro en la mano y notas el palpitar, pues chica, no es para tanto, emosido engañadas. A lo mejor soy yo misma y mi intelecto, pero ningún miembro viril me parece aterrador, ni tampoco imponente. O sea, espectacular sí, pero para pasar el rato, no para traumatizar generaciones bajo el fuego de cañones y tanques y misiles.

Hay penes qué, por su aspecto, tienen ese toque a noséqué, a épico, a fuerza, a gesta heroica. Todo pene bien gordito impresiona. Soy de las que entra en comunión con lo divino cuando el grosor sobrepasa el tamaño mediano según la anatomía. Tengo verdadera afición por la paella del domingo, el València CF y los penes gorditos y gordos y gordacos. No importa el color, no importa la nacionalidad, la religión o falta de ella. Si bien me declaro ya muy fangirl de la diversidad genital, pues tengo mis debilidades, sean comprensivas.

Claro que hablando de pollas duras podría hablar de mamadas, pero no lo haré porque sería un punto de vista muy subjetivamente parcial, así a lo bestia. Lo que os quiero explicar a todas es de que os cuidéis de no negaros nunca los placeres que os apetezcan, aunque vuestro placer máximo sea más de boquita que de por ahí entre los muslos. ¡Hagan lo que les apetezcan, siempre! Os digo por experiencia y por placer propio que es peor vivir con el remordimiento de no haberlo hecho qué con el intento fallido. En lo que sea, en la vida en general, pero en el sexo, más. Que vuestra voluntad sea sacrosanta, y no se la chupéis a nadie si no os apetece hacerlo pero si tenéis ganas, hacedlo de día y de noche sin miedo.

¿Qué me entusiasma practicar el viejo arte de las felaciones? Ninguna novedad bajo el sol y el cielo azul mediterráneo. ¿Qué me pone contenta escuchar alabanzas mientras tengo la boca agachada? ¡Soy torpe pero no gilipollas, oye! La he chupado en singular y las he chupado en plural. Si bien en los hombres cuya erección es visible por dentro de sus pantalones cortos no encuentro sagrada sublimación, en lo cárnico terrenal hallo intensos deseos de ponerme a practicar rituales que empiezan con el corazón saliéndose del pecho aceleradamente. Pues a mi edad y dicho sea a estas alturas también experiencia, ver, tocar, sentir una polla dura todavía me pone roja en las mejillas, me pone tímida, me abochorna lascivamente.

Suelo sentir con frecuencia una catarsis intraducible al lenguaje humano cuando, follando, siento el cuerpo del amante, encima mía, oprimiendo el mío, por un espacio temporal muy breve, una experiencia emocional ininteligible. No me refiero al intenso saca y mete, el empujón, el recorrido interior del pene del macho. Hablo de la fuerza de su piel cubriendo la mía, del choque de abdomenes, como un disparo el en vientre. Claro que luego está la unión polla dura con coño mojado, la pasión por frotar y ser frotada, el mareante cabeceo en horizontal, y por último, después del orgasmo, el sentimientro trágico de la agonía de la vida. ¿Por qué no nos podemos quedar a vivir allí, en el orgasmo?


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